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MAUSOLEO

Frente al mausoleo del padre Tiberio se encuentra la ermita del abrazo, el lugar donde crecen dos guamos entrelazados que hablan de la hermandad, el amor, la solidaridad. Es como si este abrazo se proyectara por la colina y encontrara una nueva manifestación en Tiberio quien, según la comunidad, desde su tumba en lo alto de la montaña vigila, cuida, guía e ilumina al municipio. Tiberio es visto como una suerte de mártir cuya representación denuncia la violencia a la vez que habla de lo sagrado, del amor y la esperanza.

 

La razón por la que Tiberio resulta tan importante en la narración que han realizado las víctimas y sus familiares es porque él fue el tronco desde el cual la comunidad construyó varios de sus proyectos (retoños); árbol que les sirvió de soporte, a través de las diferentes cooperativas que había conformado, para la consolidación de sus propósitos, la exigencia de sus derechos y la persecución de sus aspiraciones. Tiberio es asesinado el 17 de abril de 1990, su cuerpo cercenado es arrojado al río Cauca. Se trata de un asesinato que se convierte en símbolo de lo que, durante el periodo que se ha dado en llamar la masacre de Trujillo (1988-1994), sufrieron más de trescientas cuarenta personas a manos de fuerzas paramilitares organizadas por una alianza narco-estatal

 

El mausoleo es protegido por una reja en la que se representa el cuerpo descuartizado de Tiberio; no obstante, aunque se trata de una enunciación de la violencia, por el modo en que está hecha muestra, a su vez, la figura de Cristo en la cruz e incluso el abrazo de aquel que lo entrega todo por el otro. Tiberio-Mártir, Tiberio-Cristo, Tiberio-abrazo. Es común, no solo en el mausoleo sino en las múltiples representaciones que se han hecho sobre el párroco, en particular en el libro ¡Tiberio vive hoy! testimonios de la vida de un mártir, mostrarlo como una especie de Cristo contemporáneo que se sacrifica por los otros en un acto de amor total.

 

En tal libro, Tiberio es representado como un ejemplo de lo acontecido a muchos otros, no solo en Trujillo, sino a lo largo del país en el marco del conflicto. Sin embargo, en su particularidad, la narración lo presenta como un mártir que encarna la figura de Cristo: “[…] encontramos al Pastor convertido en uno más dentro del pueblo, es el ovejo, así lo pintan y recuerdan. […] Es el hombre carismático y creativo de donde brota el evangelio de Jesucristo, hecho donación total, hecho justicia, hecho conciencia subversiva” (pág. 3).

 

La figura de su cuerpo cercenado en una cruz ha terminado por convertirse en un símbolo de su muerte. En esa misma línea de narración y como ejercicio de resistencia al daño, se hace énfasis en la resurrección, a través de la figura del pueblo como el territorio en el que vuelve a la vida Tiberio: “Como pueblo creyente, van más allá de la muerte y encontramos los símbolos de la resurrección, de la vida de nuestros mártires, de un Tiberio que sigue vivo y actuando en las pequeñas comunidades de resistencia en medio de la guerra” (pág. 4). Hablamos de una representación del daño fuertemente influenciada por el pensamiento religioso que hace de la víctima un mártir pero que, aunque busca centrarse en la esperanza, no es de naturaleza triunfal.

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En su mausoleo también encontramos representaciones que muestran su juventud y una marcha campesina. La marcha que se representa es la convocada por la ANUC el 29 de abril de 1989 la cual, en la construcción de memoria de las víctimas, ha sido tomada como el momento coyuntural que inicia la masacre al ser acusada de estar respaldada por miembros del ELN. Durante el trascurso de la jornada, el ejército retuvo a los participantes de la marcha (alrededor de unas 2500 personas) en la plaza central del municipio, lo que generó múltiples choques entre la fuerza pública y los asistentes (mayoritariamente campesinos), se fotografió a los participantes y, con el paso de los días, empezaron las desapariciones y asesinatos selectivos.

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La violencia aparece como un freno a la incondicionalidad, daño que ataca el amor, filo que cercena no solo a un hombre sino también a la comunidad. En cierto sentido, es la afirmación según la cual los otros también se convierten en víctimas pues con la muerte de Tiberio, buena parte del sentido de las vidas de muchos trujillenses, se fracturó. Noción de víctima más allá de lo legal. “A veces me pregunto cómo sería Trujillo si él estuviera con nosotros, seguro hubiese mucho empleo y nuestro pueblo no estaría como en estos momentos con tanta gente pasando hambre” (pág. 36). La violencia se juzga como acto de irracionalidad ya que, frente a la ética del trabajo que Tiberio promovía en un territorio altamente afectado por la pobreza, se impone el asesinato y la esterilidad. Del mal no puede emanar la vida: “Solo Dios sabe lo que perdimos y el castigo que deben recibir las personas que lo masacraron pues con él también masacraron las ilusiones de todo un pueblo. De él se puede decir lo citado por el apóstol Pablo, para él el vivir fue Cristo y el morir le fue ganancia. Él fue como un árbol que da fruto en medio de un desierto y aun así lo talaron” (pág. 38). Esa figura de la vida de Tiberio como alimento, como trigo, como fruto, es una constante que sintetiza con gran fuerza la presencia de un vacío, la experiencia de un sin sentido. Javier Grajales y la familia San Isidro escriben al respecto: “Tiberio: vive y simboliza la imagen del sembrador para todo el que riega la semilla, lleva la esperanza a su alacena, hay mucho alimento que se multiplica y da vida como la daba su palabra […]” (pág. 99).

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Referencias

Habitantes de Trujillo (Valle). (2003). ¡Tiberio vive hoy! Testimonios de la vida de un mártir, Tiberio Fernández Mafla. Trujillo, Valle del Cauca: Deliberadamente inédito. Disponible en: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/noticias/noticias-cmh/unesco-reconoce-la-resistencia-de-trujillo .

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