top of page

OSARIOS 

El parque monumento ha sido uno de los modos en los que la comunidad de Trujillo y las víctimas directas de la masacre han dado sentido a su presente, mientras avanzan en la comprensión de su pasado y el proceso de duelo. El corazón del lugar es el monumento donde se encuentran los osarios; se trata de una construcción de siete niveles donde se han sembrado, de forma cronológica, los restos de las víctimas (en los casos en los que se encontraron), o pertenencias que las representan. Maritze Trigos me explica que allí los muertos no se entierran, sino que se siembran, porque de los hechos violentos no puede caerse en la re-victimización, la venganza y la muerte, sino que debe emerger la justicia, la restitución de derechos y una mejor vida para los afectados. No se trata, en modo alguno, de una afirmación que llene de sentido el daño haciendo alusión al progreso, sino de la idea según la cual la resistencia, la lucha y la memoria deben promover el reconocimiento de la dignidad de las víctimas y expresarse en garantías y bienestar para todos los afectados. 

​

Los osarios son un espacio en el que se enuncia una memoria pública, que articula las memorias particulares de las víctimas. La matriz de interpretación es la que ha venido promoviendo AFAVIT, Justicia y Paz y otras organizaciones que han apoyado el proceso; lo que no quiere decir, empero, que no surjan narraciones divergentes sobre los hechos: narraciones en disputa. Sin embargo, los osarios son un espacio en el que las personas relatan su verdad y la expresan en las obras que el camposanto protege. Uno de los ejemplos más notables de estas acciones, es el proyecto emprendido por Adriana Lalinde quien buscó, a través del trabajo de escultura con los familiares de las víctimas, ayudar en el proceso de duelo a la vez que, en el marco de una memoria de barro, traer a los seres queridos a la vida.

 

Bajo cada una de las placas donde reposan los restos de las víctimas, se encuentran representaciones realizadas por los familiares que, hoy en día, han sido fijadas en cemento y pintadas de blanco pero que, originalmente, hicieron parte de un proceso conocido como Los muertos que nacen del barro. Frente a la violencia que buscaba negar el rostro del otro, el proceso artístico quiso dar un rostro a todos esos caídos que no eran reconocidos o estigmatizados. Se trató de un proceso que buscaba hacer frente al miedo y avanzar en la superación de la crisis.

 

Al recorrer los osarios, aparte de las placas que presentan el nombre, la fecha y la naturaleza del crimen, encontramos relieves que representan a la víctima. Es importante anotar que cada uno de ellos fue realizado, si bien bajo la dirección técnica de una artista y en el marco de un taller de memoria, desde la perspectiva de los familiares y con sus propias manos. Las figuras no aparecen de manera aislada, sino que se ubican en un paisaje común que es el de las montañas de la zona. No se trata de un asunto menor, sino de la enunciación de que los daños particulares hacían parte de una estrategia general liderada por grupos de narcotráfico, paramilitares y miembros de la fuerza pública, para acabar con el lazo social de un grupo que era visto como colaboradores del enemigo.

 

Frente a una memoria que presentaba a las víctimas como colaboradores de la guerrilla del ELN, el proceso de memoria es una reivindicación que ofrece una memoria paralela que busca dignificar a los caídos afirmando, por un lado, que aun si hubieran sido colaboradores eso no justifica lo que les hicieron y que, por otro lado, en buena parte de los casos no lo eran, sino que fueron víctimas de estigmatización por parte de los violentos, lo cual buscaba el olvido y la impunidad del crimen. En las esculturas se ve a las personas realizando sus actividades cotidianas: manejando, trabajando en el campo, recogiendo café, estudiando, compartiendo con sus familias, trabajando en sus talleres, leyendo, vendiendo sus productos, enseñando, tejiendo, procesando materias primas, etc. Quisiera destacar dos cosas: 1. Se habla de la violencia sin violencia al enunciar la vida cotidiana. 2. En los osarios se encuentran los restos y las representaciones de personas que murieron de pena moral ante la violencia que les arrebató a sus seres queridos; con ello se enuncia el daño de los familiares y se reconoce que ellos también son víctimas.

 

Al llegar al osario de Guillermo Antonio Betancur Mejía, Esau señala que el que allí reposa es su hermano; nos cuenta cómo se realizó su escultura, el hecho de que le gustaban mucho los caballos y que por ello lo representaron sobre uno, entre otros detalles. Algo que vale la pena destacar es que, al avanzar en la conversación, Esaú relata que su hermano efectivamente era miembro del ELN y que fue uno de los primeros guerrilleros caídos en la zona en el marco de la masacre. Esto resulta interesante porque Esaú enuncia con su relato un asunto de vital importancia: lo que nos hace víctimas no es ser inocentes, sino haber sufrido un daño y estar en medio de la injustica que jamás debió suceder. Esto es importante porque muestra el que el problema de las víctimas no es un asunto en blanco y negro, un asunto de inocencia-culpabilidad, amigo-enemigo, sino un territorio de grises que implica dejar de lado las memorias facilistas y ahondar, más bien, en la comprensión crítica del pasado y la asunción de responsabilidades con lo ocurrido.

 

A manera de enunciación de la iniciativa de las esculturas, de los hechos violentos que representan y del proceso de reparación y duelo que realizan, comparto el artículo Los muertos que nacen del barro, escrito en el 2012 por Gustavo Bueno Rojas, editor de la oficina de divulgación y prensa de Min. Cultura, el cual nos relata la experiencia de los talleres del 2006, sus propósitos y el ambiente de peligro en el que la memoria emerge.

​

bottom of page